Sobre identidades, transgresiones y capitalismo


        En los últimos años, mucho más que nunca, se ha impuesto en cierto sector de la izquierda una serie de  influencias de las luchas parciales alrededor de determinados segmentos de la población, que se cohesionan a sí mismos en base a particularismos identitarios. Dichos identitarismos responden a una autopercepción que determinadas personas han ido concibiendo sobre sí mismas, y frente a una realidad social que rechazaba ciertos atributos de la personalidad de estas personas. Estas últimas han decidido acogerse más a estos atributos para así hacerse notar y autovalorizarse más frente a su sociedad, cosa legítima y que solo concierne a la vida privada de determinada persona. 

Para comenzar, es indudable que hay personas que siempre han estado fuera de la "normalidad social" y han creado una identidad personal divergente frente a lo normativo. Esta identidad se ha creado alrededor de distintas cuestiones: la orientación sexual, el origen étnico o cultural de las personas, las formas de vida en el ocio, la autopercepción del género u otras cuestiones meramente personales y privadas del individuo, incluyendo, sin ir más lejos, sus gustos culturales. Y por supuesto, toda persona es libre de rebelarse frente a una normatividad impuesta y hegemómica si en ella no se siente cómoda y reivindicar su condición y también es libre de asociarse con otros individuos para que su influencia y su integración social sea mayor. 

Lo cierto es que desde Mayo de 1968, gran parte de la izquierda ha abandonado no ya solo la lucha de clases, también propiamente la lucha socioeconómica, entregando a los liberales y socioliberales las cuestiones económicas y apostando por una suerte de representatividad de "las minorías excluidas". Es cierto que el proceso ha sido gradual, pero hoy en día es evidente que esa izquierda líquida ha abrazado este paradigma, lo que no ha hecho por otro lado más que reforzar el estado de las cosas, es decir, la reproducción ampliada del capital. 

Que nadie malinterprete estas palabras. Los colectivos y minorías excluidas y oprimidos han existido siempre históricamente y todavía hoy existen y, de hecho, no queremos dar a entender con estas palabras que esta situación se tenga que perpetuar. Es más, abogamos por la total liquidación de las exclusiones hacia todas las identidades personales dentro de una sociedad, pero abogamos de verdad por ello, no por bailar con ellas para mantener una posición cultural o burocrática en o alrededor del poder fáctico.

A colación con lo último que se ha dicho, a nadie le puede caer en saco roto cómo cierta izquierda ha comprado un círculo vicioso de ser tribuno de la plebe de determinados colectivos o identitarismos personales, para luego, coger a un colectivo y fragmentarlo de nuevo para seguir teniendo rédito político. De esta manera, puede seguir autoerigiéndose como el tribuno representativo de determinado sector de un colectivo históricamente excluido pero ahora con mayores cotas de integración social. En los últimos años determinada izquierda política e ideológica ha comprado esta práctica de crear un cociente que tiende al infinito con el único fin de mantener la poltrona y un discurso totalmente alejado de la realidad material de la clase trabajadora. 

Abandonar las cuestiones materiales centrales por parte de determinada izquierda es un oxymoron en sí mismo para quienes en su día se vieron como representantes de las mayorías. Poner el foco en las minorías y luego balcanizarlas es una práctica que, o bien es bienintencionada pero un error de primer orden, o bien rebela que tenemos una determinada izquierda quintacolumnista, que trabaja para acrecentar la acumulación del capital. 

En el primer caso, el abandono de la lucha de clases y el marxismo como guía explicarían como fuerzas política que un día quisieron transformar la sociedad han decidido seguir adelante con esta tarea pero sin su primera condición, esto es, conformar una mayoría social que garantice dicho proceso. En el segundo, claramente, dicha izquierda se ha entregado al poder y la lógica del capital y actúa de zapa para impedir una mayoría social popular y transformadora y el capital le ha entregado un instrumento para mantener su porción dentro del pastel de la sociedad burguesa, en este caso, con la estrategia de poner en el foco en "las minorías". 

Dicho esto, ¿son culpables determinados colectivos de que la izquierda haya abandonado las cuestiones materiales? No, en absoluto. ¿Es culpable, esta izquierda, cada día más insignificante, de abandonar dichas cuestiones? Si, pero ni siquiera consideramos que tenga aquí el mayor protagonismo en dicha deriva. Lo cierto es que el mayor actor en todo este movimiento no ha dejado de ser otro que el propio capital, que todo lo puede mercantilizar para seguir su expansión. En una sociedad totalmente mercantilizada, ¿qué problema le puede suponer a los monopolios que se abran nuevos nichos de mercado, aunque sean "disidentes"?

En este sentido, ahora estamos viviendo en el Reino de España otra nueva ola de disidencia controlada, como en su día afloró y sigue aflorando la de los particularismos individuales. Esta ola no es otra más de la llamada "transgresión social". Los gestos que llaman transgresores copan día a día noticias en los grandes medios de comunicación y gran atención en redes sociales. Sobre dichos gestos y actitudes de personas o pequeños colectivos se genera un gran debate, a veces un debate totalmente embrutecido por distintas partes, considerable es este fenómeno en las redes sociales. 

Pues bien, estos sectores de izquierda alternativa han sustituido la crítica radical sobre el orden de las cosas por una especie de representatividad inclusiva dentro de dicho orden. Lejos quedan ya las cuestiones centrales, esto es, la crítica a la sociedad de clases, la democracia burguesa o la naturaleza ideológica y de clase del Estado. Ahora toca librar la batalla de no cuestionar el orden social y económico y, mientras obviamos la naturaleza de dicho orden, tratamos de integrar en el mismo a distintos perfiles identitarios que beben de la esencia y la autopercepción del individuo, a esto le llaman transformador o incluso revolucionario. 

Lo cierto es que llevamos años viendo como los grandes monopolios empresariales que dominan el sistema capitalista, imperialismo en nuestra época, han cogido las banderas de estos sectores y no han dudado en mercantilizar determinadas reivindicaciones de este tipo. ¿Ejemplos?, muchísimos. Empresas monopolistas o grandes oligopolios se permiten hacer campañas de marketing contra el racismo, reconociendo todas las orientaciones sexuales o tomando la transgresión como instrumento para seguir reproduciendo el capital de forma ampliada. Han sido ellas mismas quiénes con ese racismo estructural han incrementado su plusvalía, han sido ellas las que se han apoyado en consensos reaccionarios establecidos por el patriarcado dominante para darle recorrido a su mercancía o las que han tomado partido por el orden en abstracto para hacer negocio frente a divergencias transgresoras en su día. 

Lo cierto es que para el capital todo ha de ser movimiento, la rápida e imparable circulación de mercancías y la lógica de la ley del valor tienden siempre a expandirse, da igual a costa de qué, pero el capital y su reproducción siempre ha de ser ampliado. El punto de inflexión que fue la crisis financiera de 2008 hizo que el capital decidiera abrir nuevos segmentos y nichos de mercado, cierta izquierda, en vez de ahondar en la naturaleza de la reproducción social del capital decidió echarle un cable a éste creando un marco discursivo que beneficiara dicho movimiento. El paradigma social, político y filosófico de nuestros días, esto es, el postmodernismo, han hecho el resto. La centralidad del debate social ya no se centra en el racionalismo, se mueve en términos sentimentales, lo que dificulta mucho que una ontología que defiende su razón, el marxismo es el caso, esté hoy en día en la centralidad del tablero. 

Todo este proceso ha dado pie a curiosas realidades en nuestros días: feministas enfrentadas entre ellas por ver quién lleva razón con la cuestión de género o sobre la prostitución, colectivos "racializados" que se enfrentan entre sí, censura y persecución de autores que basan sus tesis en la ciencia y no en los sentimientos individuales para elaborar sus razonamientos, etc. La llamada izquierda pop o como la denominan algunos woke deberá en el futuro rendir cuentas ante tanta pedantería y tanta desmovilización. Estas situaciones de desigualdad se enfrentan entre sí en el barro de la democracia burguesa, pero no se aborda casi nunca la naturaleza real de dichas situaciones de opresión y desigualdad, nada más que se hace un análisis superficial e incluso a veces funcional al capital. 

Asumir ciertos paradigmas identitarios tiene un coste de oportunidad que no se puede obviar. Mientras la lógica capitalista se mantiene fuerte, sin un juicio moral y político contundente, comprar estos marcos no deja de ser, en la práctica, dejar en un segundo plano la principal contradicción de nuestra sociedad, esto es, la producción social y la apropiación privada. Sabemos que hay discursos que tratan de integrar dichas situaciones de desigualdad en base a la identidad personal sin querer obviar la cuestión del modo de producción, pero ¿de verdad es funcional dicha táctica cuando es el propio capitalismo el que siempre va a atomizar las situaciones de opresión para que el Pueblo Trabajador no se centre en su tarea primordial?

Insistimos, con estas palabras no estamos poniendo en el candelero a ningún colectivo en concreto ni estamos negando situaciones inaceptables de opresión y señalamiento que se han dado en nuestras sociedades desde siempre e incluso hoy seguimos viendo. No entendemos cómo un comunista, por ejemplo, puede ridiculizar a determinado colectivo que ha pasado lo indecible en una sociedad capitalista, individualista y embrutecida por el mero hecho de salirse de ciertos patrones normativos. Ahora bien, las cuestiones centrales no dejan lugar a dudas sobre lo que aquí estamos tratando. Cierta izquierda ha renunciado a ser representativa de las grandes mayorías, únicas que pueden abrir las grandes alamedas y en determinado momento han juntado su camino con los que en su día bombardearon cualquier proyecto social emancipatorio, pues se han dado unas convergencias que algunos tendrán que juzgar algún día. 

Solo la lógica ascendente del socialismo podrá traer a nuestras sociedades un marco en el cual todas las individualidades sean respetadas, pues dichas individualidades ya no estarán sujetas a la explotación y a la reproducción social del capital. Solo el marxismo y el comunismo científico tienen en su mano poder romper los viejos estereotipos para formar una sociedad sin las grandes contradicciones sociales que hoy vivimos en este capitalismo decadente y agonizante. Sin dichas contradicciones principales, las antiguas contradicciones de carácter secundario caerán por su propio peso en pro de una colectividad heterogénea pero que camine unida a la construcción de una sociedad mejor. Cuando la burguesía utiliza el arma de la atomización de las luchas debemos plantearnos si la solución no está en la unidad y no en la división. Y si no nos equivocamos sabemos que el futuro para acabar con toda lógica de opresión reside en la unidad de clase y en la elevación moral, política y cultural de dicha clase. La posmodernidad y sus tentáculos culturales e ideológicos serán ya entonces un mero recuerdo ridículo del pasado. 

Asturies, payares de 2023.




Comentarios

  1. Estoy muy de acuerdo con lo que decís en este artículo. Recientemente he dicho más o menos lo mismo en un artículo de "El Viejo Topo".
    Un saludo-
    Carlos.

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  2. Anónimo12/08/2023

    Estamos contentos de que coincidamos Carlos. Si nos quieres dejar el enlace para verlo estaríamos encantados, si está en abierto. Un saludo y gracias por visitarnos.


    UHP asturies

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