Consideraciones sobre Francia y la pasada convocatoria electoral.


Sobre los resultados, un breve resumen. 

                 El pasado domingo 7 de julio conocimos los resultados de los comicios legislativos en Francia, en concreto de su segunda vuelta. El precedente, es decir, la primera vuelta, una semana antes, había consolidado el hundimiento que el partido del presidente Macron había ya experimentado en las recientes elecciones europeas. En concreto, en la primera vuelta, Agrupación Nacional, el Frente Nacional de siempre, ganó las elecciones con el 33 % de los sufragios, seguido de la segunda fuerza, el Nuevo Frente Popular, que obtuvo casi el 28 %. Por su parte, el partido de Macron, Juntos, quedó en tercera posición con el 20 %. Lejos, con un 10 %, quedarían Los Republicanos, fuerza política derechista heredera del gaullismo. 

Ante esta realidad favorable para los intereses de la ultraderecha francesa, se formó una suerte de alianza táctica no firmada entre la derecha neoliberal de Macron y el Nuevo Frente Popular para retirar candidaturas en los lugares en que cada fuerza hubiera quedado tercera. De esta forma, se dejaba en segundo plano el programa político de cada candidatura para primar vencer a la ultraderecha lepenista. Haciendo un análisis superficial, la táctica parece que tuvo un cierto resultado positivo, pues finalmente, en la segunda vuelta, Agrupación Nacional quedó relegada al tercer puesto, obteniendo 143 en la asamblea nacional. El Nuevo Frente Popular sumaba como primera fuerza 182 diputados, mientras Juntos (o Ensemble) quedaba en segundo lugar con 168 escaños. Hasta aquí, lo relativo a lo meramente objetivo de los resultados electorales en cuanto a cifras como tal. 

Por supuesto, después de una nueva "fiesta de la democracia", cada fuerza lanzó sus proclamas e hizo su propia lectura, así como todos los sectores mediáticos, dentro y fuera de Francia. El NFP lanzó sus consignas triunfalistas, algo que entra dentro de cierta lógica cuando uno obtiene el primer puesto, los macronistas intentaron mostrar fortaleza al calor de los resultados vistos en los precedentes electorales recientes. Por su parte, la derecha populista del partido de Marine Le Pen, aunque no pudo disimular su decepción por tener tan cerca la mayoría legislativa, hizo un análisis optimista, pues casi doblan el número de diputados en la asamblea nacional. 

Con todo, esta cita electoral ha tensionado el ambiente en la sociedad francesa, ambiente que ya viene caldeado desde hace relativamente bastante tiempo por las consecuencias de la crisis que vive la Quinta República como representación de la estructura capitalista en Francia. Las vagas dicotomías que tanto se prestan a salir en estos tiempos como globalismo-soberanía nacional; democracia-autoritarismo; buenismo-xenofobia; fascismo-antifascismo, etc. han protagonizado la movilización electoral en Francia en un sentido u otro. Analicemos de forma sucinta un poco a las tres principales fuerzas electorales francesas, sus estrategias políticas y los intereses de clase que albergan. 

Ensemble (Juntos)

Sin duda, la coalición liderada por Emmanuel Macron es la opción natural y favorita de la oligarquía imperialista francesa, pues es una fuerza política que no le genera grandes contradicciones. En 2021, la coalición Juntos Ciudadanos se refundó como Juntos para darle cierto toque de renovación a Macron cuando este ya estaba casi amortizado. Juntos es una amalgama de pequeñas marcas de distintas familias liberales, pero representaría en sí una suerte de vía francesa de eso que se ha dado en llamar "neoliberalismo". 

La coalición de Macron se ha distinguido por un total sometimiento a la agenda otanista, con un discurso belicista que incluso ha tenido que rectificar en determinados momentos por recomendación de sus propios aliados naturales. Por supuesto, es el mejor garante de los intereses del gran capital francés, con las implicaciones geopolíticas que de ello se derivan y con una clara y nada escondida agenda imperialista. A nivel interno, como otras derechas, no duda en optar por la vía de grandes recortes sociales para aliviar la crisis que vive el valor. Esta estrategia contrarrestante lleva años aplicándose en Francia, vía salario directo o indirecto de la clase trabajadora. 

En resumen, la derecha liberal de toda la vida, pero con un descarado objetivo de desmantelar ciertas redes públicas de reproducción social para la clase obrera. Un poco de marketing identitario (diversidad sexual, ecologismo, feminismo impostado) para tapar su esencia profundamente reaccionaria y a la vez una política real muy activa en todo lo que rodea el atlantismo y el neocolonialismo francés en África. Macron se ha querido erigir en el hombre fuerte del bloque otanista en Europa Occidental, o quizá le hayan obligado y en estos momentos está pagando esa deriva. Veremos que pasa en las próximas presidenciales...

Agrupación Nacional (Rassemblement National)

El partido Agrupación Nacional, cuya cabeza visible ha sido en los últimos años Marine Le Pen, es el Frente Nacional francés de toda la vida. En 2018, por aquello del marketing político, decidió adoptar el nombre de Agrupación Nacional. Dentro de la escena política europea, AN representa en Francia eso que consideramos más correcto de tildar como derechas populistas. Unas derechas que apuestan por una retórica nacionalista, cierto discurso demagógico en términos sociales para la mayoría trabajadora, una posición de rechazo del fenómeno migratorio y comprar todo el paquete postmoderno antiwoke (en este sentido se complementan muy bien con la new left). Es cierto que hablar de AN es hablar de una fuerza política que ha tenido fuerza en Francia desde ya hace bastantes décadas, pero no es hasta principios de este siglo cuando el Frente Nacional comienza a configurarse como alternativa de gobierno. 

Sobre AN o el FN se ha escrito numerosa literatura analizando si es un fenómeno político-ideológico de corte fascista o neofascista. Es cierto, y no ha de dejarse de lado, que muchos de los impulsores del Frente Nacional en sus inicios eran conocidos militantes fascistas o neofascistas. Parte de la militancia en sus primeros años, allá por los años 70 del pasado siglo, venía de Ordre Nouveau, con clara significación por la tercera posición. Además, los restos del Partido Popular Francés, organización que fue activa en el colaboracionismo francés con el III Reich, pasaron también a ingresar parte de las filas del FN y su dirección, es el caso de Victor Barthélemy, entre otros. A su vez, su líder histórico, Jean-Marie Le Pen, padre de su actual líder, mostró durante muchos años posturas negacionistas del holocausto. Así y con todo, hoy en día nos parece osado tildar a Agrupación Nacional de fuerza neofascista o de tercera posición, su caracterización responde más bien a ese amalgama de derechas populistas que estamos viendo florecer en Europa (VOX, Chega, Fratelli d'Italia, Fidesz, etc.) Por supuesto, esto no quiere decir que no sea una fuerza sumamente reaccionaria y ultraderechista, pero se ha de dejar de una vez por todas de hacer análisis sobre el fascismo de brocha gorda, pues banalizarlo conlleva enormes problemas para los trabajadores. 

Como fuerza de derecha populista, AN pesca en río revuelto y, por supuesto, gran parte de su crecimiento se debe a ello. Si bien no quiere salir en la foto como partido de orden de la oligarquía imperialista francesa, de hecho es algo que siempre ha tratado de esquivar, es bien sabido los nexos del partido con dicha oligarquía y han trascendido a lo largo de los últimos años enormes compromisos de Le Pen con la gran burguesía. Como fuerza de derecha y sumamente reaccionaria no dudará de plegarse a los intereses del gran capital francés llegado el momento. Pero su populismo radica, entre otras cosas, en erigirse en los grandes defensores de la pequeña burguesía francesa y también de ciertos sectores populares. De hecho, la estrategia xenófoba que ha guiado el discurso del FN históricamente ha estado muy enfocada en captar la atención del voto proletario, ganándose un gran apoyo social, por un lado, y además eliminando la variable clase de la conciencia de un sector de los trabajadores, sector que ahora ignora su condición de clase y abraza otras cuestiones como el nacionalismo o el origen étnico-cultural.

Como sea, AN ha logrado en las últimas elecciones su mejor resultado en unas legislativas y todo indica que si nada lo remedia, más temprano que tarde, Marine Le Pen se convertirá en presidenta de la Quinta República. Aunque no sigue el guion geopolítico de Macrón, AN no dudará en cumplir con los compromisos atlantistas y acabará rindiendo su tradicional postura crítica hacia la Unión Europea ante las mieles que le otorgará la burocracia política acuartelada en Bruselas. Respecto al rol neocolonial francés, principalmente en África, AN no dudará en llevar a buen puerto las aspiraciones de la oligarquía imperialista francesa, no hay nada en su programa o ideario que entre en contradicción con ello. 

Nuevo Frente Popular (NFP)

El pasado 10 de junio, poco antes de las elecciones legislativas, se presentó el Nuevo Frente Popular, coalición de izquierda plural en la que las mayores organizaciones son el Partido Socialista, La Francia Insumisa, el Partido Comunista de Francia y Ecologistas. También forma parte de esta coalición el Nuevo Partido Anticapitalista y una escisión del Partido Socialista denominado Génération.s. Además,  otros grupos denominados de izquierda, progresistas o anticapitalistas, si bien no han entrado de forma orgánica en la coalición, sí han mostrado su apoyo público a esta iniciativa electoral. Otros grupos de izquierda, también minoritarios, han sido a su vez críticos con esta iniciativa. 

La presentación del NFP, a poco tiempo de la primera vuelta de las elecciones legislativas, parece responder a los resultados que proyectaban las encuestas de intención de voto, que daban una amplia mayoría a Agrupación Nacional, y como ya se ha dicho, a la reciente experiencia en las europeas. Si vemos un poco en detalle los partidos que componen esta coalición parecen muy distintos entre sí, dentro del espectro izquierdista, pero realmente en temas centrales comparten bajo nuestro prisma toda una serie de nexos que ha llevado a buen puerto la coalición. Vistos los resultados de la segunda vuelta, un análisis superficial de los mismos puede llevarnos a concluir que la estrategia de formar el NFP ha sido la correcta, pero luego veremos si realmente esto es así. 

El NFP se ha presentado ante la sociedad francesa como una alternativa antifascista y democrática frente al auge del partido de Marine Le Pen, pero lo cierto es que ha pescado voto incluso en sectores que podrían haber votado a Macron. Podríamos decir, con base a lo que se dice y lo que se hace, que el Nuevo Frente Popular representa una suerte de síntesis entre una socialdemocracia clásica y las posturas más líquidas y postmodernas de lo que solemos llamar nueva izquierda. Asumen la legitimidad burguesa e imperialista de la Quinta República, por lo que su postura es seguidista respecto de la dinámica del parlamentarismo y establishment burgués. Y si bien dentro de la coalición hay grupos de izquierda escépticos para con la estructura burocrática de la Unión Europea, la mayor parte de las agrupaciones son fervorosas defensoras de la UE. 

Como el lector entenderá, el Nuevo Frente Popular no representa en absoluto ningún tipo de propuesta independiente, política o ideológica respecto a la clase obrera. Esbozó una serie de puntos en los que se dirigía a la ciudadanía francesa, pero en ninguno de sus textos programáticos se dirigía a la "clase obrera" o a la "clase trabajadora". Hace un llamamiento interclasista al voto de todos los franceses. 

¿Tiene propuestas para mejorar las condiciones materiales del proletariado francés, el NFP?, sí, pero nada que no rompa con la lógica capitalista de la socialdemocracia, es decir, pura fantasía dependiente de la generosidad de la oligarquía. Entre sus propuestas estrella está aumentar el salario mínimo, volver a la edad de jubilación previa a 2010, que eran 60 años, limitar los precios de productos básicos como alimentos o combustibles, una política fiscal progresiva o publicar ayudas para el acceso a la vivienda. Obviamente, estas son propuestas típicas de la socialdemocracia oficialista en Europa desde hace décadas, propuestas que solo se pueden llevar adelante cuando la gran burguesía las considera útiles para la reproducción social del capital (al trabajo abstracto en concreto). Lo cierto es que la crisis que vive hoy el capitalismo, incapaz de paliar la caída en la tasa de ganancia, hace inviable la puesta en práctica de estas medidas sin una rentabilidad generalizada de la clase capitalista, un escenario harto complicado. 

Respecto a otros aspectos, como sobre el problema que enfrenta el imperialismo y neocolonialismo francés en África, no han dicho absolutamente nada, pues hacerlo sería tomar partido por la soberanía económica de buena parte de África o tomar partido por los intereses neocolonialistas. Esto, conllevaría renunciar a su rol de representantes de la aristocracia obrera, pues gran parte de las políticas redistributivas que tienen todavía los trabajadores franceses dependen de la opresión neocolonial que ejerce el Estado Francés, además de la lucha de un movimiento obrero hoy muy atomizado. Sobre la escalada bélica que estamos viviendo, el NFP compra más o menos los mismos marcos que en los últimos años ha manifestado el ala izquierda del partido de la burguesía: reconocimiento de dos estados en Palestina, alto al fuego en Gaza, equiparación de la violencia de la resistencia palestina con la del ente sionista, apoyo a la ofensiva otanista en Ucrania, etc. Por tanto, en resumen, no serán las propuestas del NFP quienes darán una solución radical y verdadera a la actual escalada belicista ni romperán la unidad interna del bloque imperialista occidental. 

Visto esta pequeña síntesis sobre la naturaleza de las tres principales fuerzas y visto al principio de estas notas los resultados que se produjeron en las elecciones, vamos a analizar de forma ligera cómo se ha llegado en Francia a la situación actual y que puede pasar en un corto-medio plazo en el país galo. 

Un análisis de la situación interna y externa de Francia. Coyuntura de su historia reciente y actualidad.  

Francia lleva décadas mostrando una preocupante ruptura social entre su clase trabajadora, fenómeno que no es exclusivo del país francés, pero que el carácter de potencia imperialista ha agravado. Y decimos preocupante no por el hecho de que se produzca una situación de conflictividad social per se, más bien lo que es preocupante es la deriva de progresiva pérdida de conciencia de clase de los trabajadores franceses en favor de otras cuestiones a la hora de explicar los antagonismos sociales. La crisis de la Quinta República no puede dejar de explicarse sin entender el lento, pero inexorable agotamiento de primero, el colonialismo francés, que todavía tenía fuerza después de la II Guerra Mundial, y en los últimos años la decadencia de su neocolonialismo. 

Francia es sin duda un estado imperialista de primer orden. Recordemos que, además de seguir conservando a día de hoy vastos territorios en ultramar, ha impuesto el franco francés en buena parte de África como moneda en circulación, mientras el mismo estado galo se adhería al euro. Esto es un hecho objetivo que explica muchas cosas. Además, Francia ha ejercido un rol siempre activo a la hora de mover los hilos políticos en buena parte del continente africano, aunque no solo en África. Para muestra, la liquidación de Muamar el Gadafi hace relativamente pocos años, la guerra en Siria, la destrucción de Libia como sociedad y las marionetas que tradicionalmente ha colocado en los estados del Sahel. 

Volviendo al declive de la primera empresa colonial francesa, la pérdida de Argelia es uno de los hechos que son lugar común entre mucha gente a la hora de ejemplificar el declive. Es normal, pues fue en Argelia donde el imperialismo francés mostró su cara más terrible, sosteniendo una guerra abierta que duró ocho años y tuvo, se estima, entre 350.000 a 550.000 bajas, la mayoría de ellas en el bando argelino que apostaba por la independencia y la descolonización. Pero lo cierto es que Francia dominaba formalmente toda el África Occidental (Argelia, Túnez, Marruecos, Mauritania, Senegal, Sudán Francés, ahora Mali, Guinea, Camerún, Costa de Marfil, Níger, Burkina Faso y el actual Benín). Los procesos de descolonización formal se fueron desarrollando, pero el capital francés nunca abandonó estos países y de inmediato se puso el disfraz neocolonial.

De esta forma, el gran capital francés del centro imperialista se garantizaba por la vía de la exportación de capitales el mantenimiento de su influencia en todas las regiones que antes formaron parte del imperio francés de manera formal. Esto derivó en un boicot sistemático de todos los procesos que estos países emprendieron tras su independencia como estados a la hora de lograr una soberanía económica real frente al centro imperialista. A todos nos viene a la mente el asesinato de Sankara, pero hubo unos cuantos sankaras. Tras la salida formal del estado francés de sus antiguas colonias, el gran capital francés puso en circulación el franco CFA, moneda con la que Francia se aseguraba el dominio de la balanza comercial con África. Además, Francia logró introducir el franco CFA en países que no formaban parte de su antiguo conglomerado imperial, ejemplos son Nigeria, Sierra Leona o Ghana. En la actualidad la situación parece estar cambiando y una serie de volantazos políticos en los países bajo la influencia francesa parecen estar desafiando a la lógica impuesta por el capital neocolonial francés. 

Una de las manifestaciones más evidentes de todo este nexo entre la Quinta República y sus antiguas colonias africanas es el fenómeno migratorio. Desde los años 60, Francia ha recibido un gran contingente de mano de obra barata desde África para, en un principio, equilibrar su mercado laboral interno y las cuentas de la gran burguesía francesa. Ni que decir tiene que, si bien las migraciones son fenómenos naturales a lo largo de la historia de la humanidad, dichos fenómenos son previstos y legitimados por la clase dominante cuando son útiles a su estrategia económica y también política. 

Al contrario de lo que se viene escuchando en los últimos años por parte de la izquierda de la burguesía, la inmigración no es una herramienta para salvar las pensiones, equilibrar el déficit demográfico en Europa y mejorar las condiciones materiales y el salario no directo del conjunto de los trabajadores en el centro imperialista. 

Dicho de otra manera, las grandes migraciones no vienen a salvar el paradigma europeo del llamado estado del bienestar, más bien responden a los intereses de una minoría privilegiada. Y esa minoría privilegiada no es ni siquiera la gran burocracia de los estados capitalistas, como a veces señala la denominada ultraderecha. No, estamos hablando en este caso de los intereses del gran capital. La gran burguesía en Europa busca romper a través del fenómeno migratorio las incipientes estructuras económicas soberanas que han ido surgiendo en el sur global, vaciando esos países de mano de obra, muchas veces cualificada, para ofrecer aquí unas condiciones propias de una novela de Dickens. De esta forma, en el centro imperialista se garantiza una mercancía trabajo más rentable y depauperiza de esta forma el mercado laboral en su conjunto. Un win-win de manual, pues al tiempo que elimina competidores en países fuera de su esfera de influencia natural abarata el salario directo, parcheando de forma momentánea la crisis del valor. 

Esto ha sido evidente en Francia desde que todas sus antiguas colonias lograron su soberanía formal, que no real. Y aquí es donde entra en juego el juego político y cultural que conlleva esta situación, y volviendo al comienzo de este apartado, surgen los monstruos de la xenofobia, el racismo, el oportunismo, la demagogia social, etc.  Se hace, por tanto, imprescindible una vanguardia revolucionaria que haga una pedagogía social coherente y científica. El problema es que en Francia, como en otros países de Europa, la tarea pendiente por los cuadros comunistas es reconstruir esa vanguardia, reconstruir el Partido Comunista. Y sin esa vanguardia es muy complicado dirigir un mensaje claro y constructivo al proletariado francés, con independencia de su procedencia. 

En este sentido, desde hace años Francia está viviendo un proceso de degradación ética, social y cultural debido a un escenario donde la izquierda que se enmarca en los marcos impuestos por la burguesía, no puede más que proponer mensajes basados en el sentimentalismo y un supuesto humanismo abstracto. En el otro lado, la derecha populista que representa Agrupación Nacional, ante una coyuntura que se lo pone bien fácil, culpa de todos los males a la inmigración, creando un escenario en el que "último" y "ante-último" se enzarzan continuamente, mientras son incapaces de mirar hacia arriba. Dicho de otra forma, propone soluciones simplistas y superficiales a problemas estructurales en Francia que no pueden abordarse sin una visión global del rol interno y externo del estado francés. 

La gran burguesía francesa ha logrado generar una situación social en Francia basada en la tensión permanente, un escenario que diluye los antagonismos sociales reales dentro de una sociedad capitalista, esto es, las luchas de clases, pero al tiempo exacerba las diferencias étnicas o culturales entre los más. Así, el capital francés duerme tranquilo, sabiendo que ha conseguido controlar el relato, no sin preocuparse de sus problemas de agotamiento, que los tiene, pero en fin, podría estar en una situación más apurada. 

Obviamente, el fenómeno migratorio en Francia ha alcanzado unas dimensiones que son poco recomendables para cualquier sociedad. La Quinta República francesa ha instrumentalizado a las personas migrantes desde la primera gran generación que recibió, con el tiempo la instrumentalización ha ido siendo cada vez menos disimulada y las generaciones siguientes han comenzado a recelar mucho respecto a un proceso de integración en Francia. Esto ha llevado a que muchos sectores de jóvenes migrantes, ante una xenofobia y un racismo crecientes, hayan decidido aislarse en determinados barrios, creando una sociedad paralela a la que se aferran ante su precaria situación. Pero nuevamente el rol de centro imperialista marca el flujo de personas y los movimientos humanos que se siguen desarrollando.

Algunas personas, con buena voluntad e incluso desde posturas progresistas, hablan en Francia de regular las migraciones de acuerdo a lo que puede recibir el país, las necesidades laborales, económicas, etc. Y esto es correcto si el estado francés tuviera esa capacidad, pero lo cierto es que el gran capital no está en esa labor. Al tiempo que las tensiones sociales se levantan sobre lógicas reaccionarias y no se da una contundente respuesta clasista e independiente a la situación interna de Francia, la élite no se sentirá incómoda propagando odio entre los que dependen de su trabajo para poder comer y pagar facturas. 

Por su lado, a Macron y su coalición, no le ha temblado el pulso nunca a la hora de dar la receta neoliberal de los ajustes y las grandes privatizaciones para así servir al valor. Es la extensión natural, pero radicalizada, de las recetas que desde la burocracia capitalista y europeísta "nos han dado". Recordemos que el gobierno de Macron ha emprendido una férrea política de privatizaciones y recortes salariales ante la inflación desbocada y una gran inversión en toda la maquinaria represiva del estado, "menos estado con más estado". Por tanto, la propuesta de Macron, sin una vanguardia política que la combata, no es la llamada a frenar el caos social que alberga Francia, aunque Macron se venda como candidato de estabilidad y orden. 

Agrupación Nacional a su vez sigue el juego tan útil al gran capital francés de dividir a los sectores populares e inflar más el odio étnico y cultural entre las filas de quienes sufren la Quinta República. La estigmatización de todo migrante hace que buena parte de los jóvenes franceses de origen no europeo se dejen de relacionar con otros jóvenes franceses de origen europeo y se vayan creando ghettos, en los cuales, por cierto, no hay muchos valores progresistas comúnmente. Al tiempo, algunos franceses de origen europeo, víctimas de la estructura capitalista francesa, igual que la población inmigrante no ven más allá de estos discursos y se crea un círculo vicioso donde los oprimidos no pueden lograr tener una visión ontológica de la realidad, mientras, los opresores imponen una visión totalmente práctica al movimiento del capital.

Ante esta división social y el muy probable ascenso a la presidencia en un futuro cercano de Marine Le Pen, la izquierda reformista francesa formó en pocos días y de forma bastante torticera el Nuevo Frente Popular. Una vez más, la izquierda, incluso algunos sectores que se autoproclaman como socialistas y combativos, abrazaba el presentismo, ignorando todo estudio y lectura de estrategia a medio o largo plazo. Todo lo que cuenta hoy en día es cómo  conseguir esa ficción de acceder al poder político o cómo al menos salvar los muebles al mal menor, en el caso francés Macrón, que es lo que acabará pasando muy probablemente. No hay más que leer por encima la síntesis programática del NFP para ver la gran cantidad de promesas inaplicables, proclamas vacías y deseos abstractos que encontramos. Y si bien, el NFP ha incorporado una serie de propuestas y reformas que pueden aliviar el sufrimiento de buena parte del proletariado francés, más que otros muchos programas socialdemócratas vistos en los últimos años, el NFP tiene que explicar a sus votantes que son reformas que hoy en día son totalmente imposibles de sacar al capital francés. 

Así pues, ante esta cita electoral los ojos de Europa se han vuelto hacia territorio francés, con independencia del sesgo ideológico, pero haciendo un repaso a todo lo dicho hasta ahora, parece que en Francia poco va a cambiar en este futuro próximo. El capital sigue su camino, Macron sigue por el momento, aunque no será por mucho tiempo en su persona, siendo el yerno perfecto para la burguesía francesa. La derecha populista y xenófoba seguirá con su demagogia social, demagogia totalmente funcional al capital. Mientras tanto, la izquierda apuntalando el poder de clase que rige la Quinta República, además de retroalimentando el discurso del otro extremo del arco parlamentario burgués, sin abordar de verdad los problemas que hacen que la derecha populista siga creciendo.

El futuro próximo y la necesidad de reconstruir el poder popular.

Como se podía prever, fruto de las prisas y de una candidatura diseñada en base a la nula estrategia política, solo auspiciada por el presentismo, desde que el NFP salió escogido como primera fuerza en las elecciones, la coalición izquierdista ha mostrado desde el minuto uno síntomas de agotamiento. Las numerosas divergencias internas, pese a que todas las fuerzas que la integran son favorables al programa de la reforma, se están volviendo cada vez más evidentes. No ha sido capaz de consensuar una candidatura para el puesto de primer ministro y parece que perderá también la presidencia de la Asamblea Francesa, pues Macron ha conseguido un acuerdo con la derecha gaullista para que se pueda reelegir a su compañera de partido Yaël Braun-Pivet. 

Por su lado, el partido de Le Pen sigue en la sombra todo este escenario de movimientos parlamentarios, entre poses de outsiders y sigue reforzando su imagen de partido rebelde frente al orden establecido en Francia, aunque vayan a ser ellos precisamente quienes saquen de los grandes apuros que la oligarquía francesa va a tener que afrontar en próximos años. No olvidemos que hay un proceso de fascistización en todos los estados de la UE, no confundir fascistización con que un estado se declare o sea fascista. Pero dicha tendencia hará muy fácil que Agrupación Nacional pueda llevar adelante gran cantidad de medidas represivas contra el pueblo trabajador. 

Al final, lo que pasó a comienzos de este mes en Francia con la victoria del Nuevo Frente Popular, impidiendo de esta forma la victoria de la derecha populista, a priori, podía haber sido una buena noticia para los trabajadores franceses. Incluso una buena noticia para los cuadros comunistas franceses y de otras latitudes, pues la transformación social en los términos actuales es imposible, pero las reformas progresivas sí pueden ser un buen marco para ponerse a trabajar en vía a dicha transformación. Pero claro, haciendo un análisis real, el actual escenario dista mucho de ser un cambio de escenario real para ir mirando por otros horizontes. 

Lo que pasa es que hemos acudido a una gran farsa figurativa de lo que fueron las experiencias de los frentes populares que se impulsaron en Europa en los años 30 del pasado siglo. Experiencia de la que podrían hacerse además desde nuestra trinchera grandes críticas, con más inri en el caso francés, que no dejó de ser en su tiempo una apuesta táctico-estratégica interclasista, pero al fin y al cabo, experiencia que de verdad sí combatía un fascismo real, que tenía en la dirección a la vanguardia comunista y que tenía sólidas bases entre la clase obrera y el campesinado, pues se apoyaba en el movimiento obrero y popular. En 2024 no hemos visto nada de esto, solo superficialidad y marketing político. Por tanto, toda esta travesía en Francia ha devenido en la nada y es más que probable que la idea del NFP comience a descalabrarse en pocas semanas incluso. 

La situación de Francia seguirá siendo la de una sociedad rota, con una mayoría trabajadora enfrentada entre sí y en la que la gran burguesía seguirá buscando chivos expiatorios para tener ocupada a las masas. El papel de aristocracia obrera de parte de los trabajadores francés ha de ser puesto también en el centro del debate, pero nadie con cierta notoriedad ha puesto en el centro del debate algo tan evidente en un estado imperialista de primer orden como Francia. Es necesario tomar conciencia de la situación tan de partida en la que se encuentra en Europa la militancia revolucionaria, antiimperialista y comunista, pero este puede ser un gran paso. 

En estas publicaciones ya se ha transmitido esta idea, pero la experiencia en Francia vuelve a mostrar ese camino. Hoy es urgente dar pequeños, pero firmes pasos para buscar puntos de convergencia entre los distintos y hoy aislados cuadros comunistas honestos que tenemos en toda Europa.  En todos los países de Europa tenemos cuadros que apuestan por reconstruir el partido comunista desde la crítica constructiva a las experiencias del pasado y sobre todo haciendo hincapié en la necesidad de recuperar la independencia política e ideológica del proletariado. Hoy es vital abandonar viejas y nuevas siglas orgánicas a las que separan entre sí pequeñas diferencias y reconstruir unidad programática poniendo como líneas rojas los siguientes puntos:

- La ya aludida independencia proletaria, tanto en términos políticos como ideológicos. 

- El compromiso inquebrantable a oponerse a cualquier iniciativa que refuerce el estado burgués, aunque la coyuntura pueda llevar a que por mero tacticismo algunos lo puedan contemplar como una vía transitoria. 

- La voluntad honesta de construir unidad comunista en redes educativas, programáticas, culturales, de autodefensa, etc. En definitiva, construir poder obrero y popular libre de las instituciones oficiales. 

- El total compromiso de combatir el imperialismo, tanto a nivel internacional como denunciando el rol imperialista de la propia burguesía nacional. En este sentido, todavía hoy tenemos que aguantar a algunos sectores comunistas que niegan la naturaleza imperialista del Estado español por poner un ejemplo, poco más que decir. 

- Potenciar, asumiendo la diversidad del proletariado, la unidad de las luchas, combatiendo la atomización de luchas o reivindicaciones por meros identitarismos muy ligados a la superficialidad de cada individuo. Esto implica dejar de comprar los marcos de la postmodernidad, a izquierda o derecha. Esto no implica la oposición frontal a reivindicaciones que puedan ser justas, que no siempre lo son desde lo woke, pero se ha de fortalecer siempre el trabajo para la unidad consciente de la clase.

- Un programa de mínimos para mejorar las condiciones materiales de la clase trabajadora en su conjunto, honesto y pedagógico, pues las reformas pueden ser útiles como medio, pero solo cuando se explica a la clase los límites de las mismas. 

- Combatir el militarismo y la deriva belicista que ha cogido todo el establishment en Europa en los últimos años. No iremos a la guerra de los capitalistas. No creemos que la economía de guerra sea una salida real al proceso de depauperación de nuestras formas de subsistencia, en este sentido es necesario señalar los límites del llamado keynesiaismo.

Estos puntos pueden ser un punto de partida para que los cuadros de clara voluntad comunista comiencen a reconstruir un verdadero poder popular. Solo generando redes políticas, culturales, educativas, de ayuda mutua y de otra índole podemos comenzar a levantarnos del gran shock de los primeros años 90 del siglo XX. Muchos hablan del Ciclo de Octubre y puede ser interesante a la hora de tener una perspectiva global de la historia revolucionaria más anterior. Pero es necesario levantarse de este paréntesis históricos que han supuesto estas décadas. 

La actual crisis del valor, donde la tasa de ganancia ya no puede evitar la tendencia decreciente, nos muestra hoy un capitalismo terminal. Pero esto no tiene que derivar per se en una nueva etapa de progreso, a menuda cuando los sistemas vigentes se estancan y languidecen las fuerzas de la reacción no optan precisamente por acelerar en algo progresivo el modelo social, de ahí la importancia de levantar la bandera de la independencia proletaria. Vivimos una ola reaccionaria y un proceso de fascistización de los estados y de nuestras sociedades. Esperar un colapso natural puede llevarnos a un escenario más aterrador que el actual. La historia de la humanidad es la historia de las luchas de clases, por ello, es necesario emancipar a la nuestra para que pueda tener el timón de la situación. Sin reconstruir un poder popular será inviable que el curso de la historia nos lleve a un estadio superior en la historia humana. Y esto es igual de aplicable a Francia, que aquí o a cualquier estado que forma parte de la cadena del centro imperialista.



Asturies, xunetu de 2024.

Comentarios

  1. Raúl PF7/28/2024

    La verdad es que el artículo, a un mes vista de lo que pasó en las elecciones francesas esta bien en perspectiva. Mí enhorabuena. Ese día todo era júbilo entre la izquierda, pero hoy vemos como el Frente Popular no puede escontra su lugar ni siquiera en el plano institucional .

    También es muy válida la aportación sobre el papel imperialista de Francia. Hoy en día muchos antiimperialistas infantiles solo saben oler imperialismo en todo lo que tenga que ver con las barras y estrellas pero ignoran que el imperialismo trasciende un papel nacional o estatal.

    Saludos comunistas.

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