Sobre la nueva ola reaccionaria.

                  En los últimos meses muchas organizaciones y personalidades de distintos ámbitos (desde el progrerio otanista hasta el campo popular y transformador) vienen alertando de una creciente ola reaccionaria en Europea e incluso a escala global. La diversidad de voces que emiten este juicio sobre el momento presente van desde quiénes alertan a la población sobre la vuelta del fascismo hasta quién hace un análisis más posado sobre el momento actual, señalando una suerte de consenso social entre el capital y el mundo del trabajo, consenso al servicios de los intereses del primero en una suerte de momento actual de alienación social perfecta. 

Lo cierto es que el ciclo cultural y político que estamos viviendo, que podríamos lindar entre los años previos a la pandemia del Covid 19 hasta nuestro presente tiene algo de peculiar, de monolítico en todo el mundo y si que podemos entender que estas interpretaciones pueden tener algo de lógica y cohesión interna como idea. Y desde esta tribuna también podemos afirmar que vivimos un tiempo de ola reaccionaria. Por supuesto que estamos de acuerdo con esta afirmación pero es necesario elevar un poco el nivel medio de quién sostiene esta afirmación. 

¿De qué venimos?

Desde el crack financiero de 2008 diversas propuestas han ofrecido a la sociedad interpretaciones y soluciones fáciles (populistas) a una de las mayores crisis cíclicas del capitalismo en su fase imperialista. Primero fueron una suerte de fenómenos en clave soberanista-progresista que impugnaron el sistema de la democracia burguesa (lo llaman democracia y no lo es) y proponían una especie de regeneracionismo democrático sin cuestionar la esencia sistémica real (democracia real ¡ya!). Otros movimientos que orbitaban alrededor de la socialdemocracia incluso cuestionaron la lógica de la entidades del capital supranacional (OXI, en la Grecia de Syriza) y la falta de soberanía popular a la hora de enfrentar las imposiciones y ajustes del capital sobre estados soberanos, por cierto sin mucho éxito. 

Es cierto, que este momento se dio y que fue una ventana de oportunidad para que las verdaderas fuerzas populares y transformadoras en Europa y el mundo impugnaran toda la lógica sistémica y fortalecieran la independencia política e ideológica de la clase trabajadora. Pero por diversos factores esa coyuntura nunca llegó a cristalizar en nada, por lo menos en nada que pudiera marcar un momento histórico diferencial en la lucha de clases. Fruto de este momento histórico una "nueva izquierda" empezó a copar espacios mediáticos e institucionales, primero erigiéndose en tribunos de la plebe luego integrándose en la burocracia de los estados capitalistas (e imperialistas) y asumiendo todos los dogmas doctrinarios de la democracia burguesa-liberal. 

Tras buenas palabras y promesas bienintencionados (a veces más grandilocuentes, otras más pragmáticas) estos sectores aprovecharon el momento de debilidad del neoliberalismo (en términos de percepción social) para consolidar a sus cuadros en la anquilosada burocracia estatal. Poco a poco fueron mutando el discurso al de una suerte de socialdemocracia 2.0. (¿quizá 5.0?) y empezaron a dejar en el cajón temas que los habían aupado (la soberanía popular en marcos y contextos supranacionales imperialistas, legitimidad de no pagar las deudas a los bancos centrales, críticas radicales variadas de la izquierda radical clásica al neoliberalismo, etc.). Poco después de casi tocar poder todo se reducía a un discurso en torno a la redistribución del minúsculo excedente productivo impositivo que el capital permitía (el plusvalor que tampoco cobra el trabajador y se apropia el Estado).

De aquellos polvos estos lodos. Toda la ilusión que generaron en distintos sectores subalternos y de la pequeña burguesía fue poco a poco decayendo por la pura realidad objetiva, fomentando cuando empezaron a decaer sus expectativas una suerte de particularismos identitarios cimentados en posturas postmodernas para intentar mantener su particular chiringuito. Ahora la dialéctica de ricos y pobres (nunca hablaron en términos materialistas de clases, siempre apelaron a un moralismo justicialista difuso) desaparecía del discurso, urgía crear nuevos sujetos políticos ascendentes jugando con la atomización de las luchas y la falta de conciencia de clase. 

Poco a poco las contradicciones y la falta de cuadros en esta "nueva izquierda" en Europa (por supuesto que el caso español es paradigmático y se está viendo en estas líneas reflejado) fue favoreciendo que aparecieran los fantasma de la pérdida de representación y los compromisos con el diablo (integración de las tesis atlantistas, edulcoramiento pero asunción de la agenda sistémica capitalista, etc.). La fantasía de la "nueva izquierda" dejaba de ser funcional al régimen capitalista y comenzaba a ser visto como una rara avis tanto para el Estado como para el pueblo. Y aquí estamos, en el principio del fin de esa new left, con la recuperación cultural del socioliberalismo (PSOE) y con una suerte de alternativas frente a este ciclo nacido en 2008 de claro corte reaccionario. 

¿Dónde estamos y hacia dónde podemos ir?

Anteriormente hemos aludido a que después del crack de 2008 no hubo un polo de atracción político alternativo que recuperara la independencia política e ideológica de la clase trabajadora. Las condiciones objetivas permitían una suerte de ruptura con el luto hacia la caída del socialismo real, pero este fenómeno no sucedió. Poco antes y después de darse la coyuntura de la pandemia han ido surgiendo en distintas zonas de Europa distintas organizaciones que han ido, a ralentí, reformulando desde los sectores populares una alternativa discursiva interesante pero que no podrá tener resultados más que a largo plazo, hablamos de los procesos que se están dando en diversos estados alrededor de la idea de reconstruir el Partido Comunista y la independencia de clase.

Tras el auge y caída de las ideas postmodernas, ahora el contexto vuelve a ser de orden dentro de la anarquía general que caracteriza al capitalismo (en términos políticos, sociales y económicos) y los falsos discursos pseudoemancipadores ya no salen a actuar entre bambalinas. Después de una pandemia con claras restricciones a las libertades individuales y colectivas la derecha clásica y la derecha alternativa se han topado de bruces con un caldo de cultivo que ni en sus mayores sueños húmedos soñaban. Y se trata ahora de estrujar lo más que se pueda el contexto y ahí la batalla cultural e ideológica la tienen ganada unos sectores muy concretos, para muestra la orientación ideológica de buena parte de la juventud actual. 

La inflación, la creciente ofensiva militarista en Europa con sede y títere en Ucrania, los nacionalismos o el combate ideológico contra la política de los particularismos identitarios han permitido surgir un nuevo ciclo histórico que si bien nace de las cenizas de 2008 es una impugnación total a la respuesta primigenia que vivimos a la quiebra de Lehman Brothers. Lo que valió de válvula de escape al capital para vaciar las calles y borrar del mapa las proclamas populares que sí señalaban las contradicciones que se ramificaban en torno al conflicto capital-trabajo ahora ya no es reproducido e incentivado por el poder. Urge después de ciertas cesiones crear nuevas alternativas que hagan que la gente tenga una percepción de que todo cambia para que cambie nada, que perpetúe el juego de la la ilusión representativa democrática de los estados burgueses. 

Los años de estabilización de la crisis del capital financiero han tenido diversos momentos cumbre: la llegada de Trump a la Casa Blanca, distintas crisis migratorias, la completa salida de Reino Unido de la UE, la crisis política en Catalunya, la pandemia o la idea entre la clase trabajadora de que todos aquellos que auparon en su momento para defender su interés de clase han pasado a la enorme lista de vendeobreros. ¿Qué ocurre en el momento presente?. Más de lo mismo pero en un perfil invertido: la misma respuesta populista pero desde un enfoque conservador, derechista, chovinista o de auge de la cultura de masas del neoliberalismo. 

Así han ido surgiendo fuerzas de carácter derechista como respuesta a los fracasos y promesas incumplidas de la "nueva izquierda" antes mencionada. El tablero de la política burguesa tiene unos límites y esta inversión del tablero viene a cumplir la misma misión que la salida primera que hubo a la gran crisis financiera de 2008, esto es, perpetuar el interés del capital por encima del de la sociedad en su conjunto. Y en ello estamos. 

Ahora los discursos de orden no van tanto a defender los derechos sociales o laborales, más bien se enfocan a la retórica de los distintos órdenes estatales que nos han impuesto como sociedades. Surge ahora el culto al formalismo democrático, las viejas tradiciones apegadas siempre al cuerpo legislativo de los estados o el patriotismo excluyente y vacío (esto es, el nacionalismo como idea rectora). Esto explica como bajo el discurso de "reordenar el orden" hayan surgido salidas populistas como las que encontramos en Polonia, Hungría o Italia. También explica el auge o consolidación de fuerzas como Reagrupación Nacional en Francia (FN de siempre) o VOX en España. 

Bajo una máscara impugnativa del sistema, ahora muy nacionalista y derechista, la salida populista reaccionaria de este imperialismo moribundo adquiere nuevos ropajes para contribuir a seguir percibiendo la democracia burguesa como algo decisorio para los individuos y las colectividades en su lucha diaria por la vida. Otro tipo de demagogia con otras "cabezas de turco" pero la misma respuesta simplificada para ejercer de salvavidas de un capital ahogado en sus propias contradicciones. 

¿Todo es lo mismo y dentro de los parámetros y límites del totalitarismo de la oligarquía?. Obviamente no. La primera respuesta sistémica, llamémosla progresista, daba un poso de legitimidad al capitalismo y permitía perpetuar la reproducción social de una forma más tranquila, pues giraba su idea en torno a la paz social mediante la idea de la redistribucción asimétrica, pero redistribucción al fin y a cabo. Esta nueva salida que percibimos ahora es más abrupta para los intereses de los trabajadores, trata de buscar un salto hacia adelante de las tesis neoliberales, debilitadas desde 2008 pero que ahora tiene tienen una nueva generación de seguidores. 

Todo accionar de la socialdemocracia de forma tradicional ha girado en torno a un compromiso histórico para con el capital de perpetuar la propiedad privada de los medios de producción y la lógica mercantil. Al tiempo, la clase obrera obtenía unas migajas para continuar siendo rentable para el patrón (reproducción social). En el paradigma actual, que aquí queremos analizar, con una hegemonía de la cultura neoliberal innegable podemos llegar a intuir que las oligarquías quieren empezar a romper ese pacto para pasar a una ofensiva capitalista más dura, más auténtica y totalmente rupturista en términos socioculturales. 

La ola reaccionaria por tanto es real y no podemos obviarla aunque forme parte del juego de la política burguesa, o del tablero político que ofrece la gran burguesía al público en general. Los Chicago Boys o Margaret Thatcher no plantearon su accionar económico con puras divagaciones económicas o tratando de razonar frente a la sociedad sobre lo conveniente de una economía capitalista más desregularizada. Apelaron a patriotismos, miedo a "hombres de paja", la llamada seguridad ciudadana, etc. Y el presente estamos viendo algo muy similar, una suerte de ruptura de época en términos regresivos.

Así pues, tras apelaciones a la patria, el miedo u odio al diferente étnica o culturalmente, el chovinismo o a ver comunismo por todas partes (¿dónde?) diferentes fuerzas han sido ahora encargadas de reflotar el barco, es decir, el estado burgués y el imperialismo. Es cierto que en esta nueva respuesta populista sistémica, lo que si podemos denominar ola reaccionaria, muchas personas tienen mucho que perder y poco que ganar, pues el reajuste si que abraza una suerte de darwinismo social que tratan de hacer paradigmático y por tanto conformar una nueva cosmovisión social de la política y la gestión pública. 

Los dos tipos de respuestas o salidas que el sistema ha planteado ante los grandes cismas que el capital ha enfrentado desde el final de la II Guerra Mundial se han ido turnando de forma cíclica hasta nuestros días. El peligro ahora es que las fuerzas más tradicionales han accedido a comprar parte del discurso outsider de la extrema derecha ascendente. Sabemos eso sí que esa nueva extrema derecha en auge acabará siendo depredada por su propia demagogia o su discurso populista y simplista hacia el mundo del trabajo, entre otras cuestiones que analiza, pero ¿qué vendrá después?. 

Efectivamente, esa nueva ola reaccionaria será derrotada por sus propias miserias, de eso no hay duda, pero su poso puede dar salida a iniciativas más crudas y más peligrosas para los trabajadores. Para el capital el populismo radical de derecha siempre ha sido la ante última barricada para perpetuar su orden pero podemos encontrar en un futuro próximo una última trinchera que no dudamos en calificar en fascismo. 

Muchos personajes mediáticos y políticos del ámbito progre han sacado a la palestra "la vuelta del fascismo" desde hace años, creando una alarma infundada y desvirtuando la propia esencia del fascismo real. Sabemos que cuando alguien dice aquello de "que viene el lobo" muchas veces pero nunca viene, el día que de verdad llega acaba con todo el rebaño de ovejas. Las caricaturas siempre han llevado a desastres y la historia humana demuestra que puede llegar a ser muy cíclica, aunque hasta el momento el siglo XXI no pasa de ser una tragicomedia del XX. 

Así pues, compartiendo parte de los discursos que afirman que vivimos un tiempo de oleada reaccionaria, debemos ser lo más precisos posibles a la hora de hacer el análisis pertinente de la realidad concreta en el momento o contexto concreto. Todo este auge de esta nueva alt-right ha de ser combatido desde el minuto cero por el poso que puede dejar en términos culturales y de implantación social sus execrables ideas. No es que advirtamos o estemos asegurando que se éste poso vaya a originar una nueva suerte de fascismo en el centro imperialista pero es una hipótesis que ahora mismo tampoco nos atrevemos a descartar. Por tanto, es mejor prevenir que curar, pero no por esta situación debemos abandonar el camino y la independencia político-ideológico de nuestra clase y entregarnos a las falsas alertas antifascistas que los políticos del sector izquierdo del imperialismo vienen desde hace años lanzando. 

Entonces, por enésima vez, ¿qué hacer?

Primeramente es necesario denunciar la falsedad de muchos discursos, tanto de populistas de derechas como populistas de izquierda. Por ejemplo, las consigna de "la vuelta del fascismo" o "la vuelta del comunismo" que ahora tanta presencia tiene en el debate público dentro de los altavoces mediáticos capitalistas ha de ser refutados por los elementos conscientes de la clase trabajadora. En este momento, ni la derecha populista ni la izquierda de la misma caracterización son representantes de ninguna de estas ideologías. No es cierto ni se asienta sobre ninguna base solida. Por tanto, es necesario desacreditar este tipo de alertas y explicar al pueblo la naturaleza real del fascismo y por supuesto como comunistas debemos defender nuestras ideas y mostrar el abismo que nos separa respecto a la izquierda pop que hoy sufren los pueblos trabajadores de Europa. 

Fundamental es esta tarea, pues si hablamos de fascismo hemos de hablar con nuestra gente sobre la verdadera caracterización del fascismo como ideología enemiga de clase. No sólo por educar a las masas, es fundamental por lo que hemos dicho anteriormente, el poso que el populismo derechista crea es una ventana de oportunidad para alternativas reaccionarias más radicales. Defender nuestra ideología partidaria del socialismo científico también es decisorio a la hora de remarcar nuestras posturas, contribuyendo a nuestra independencia ideológica y a separarnos del reformismo moderno. Primero para abortar el relato de la derecha populista y segunda para crear líneas rojas respecto a la socialdemocracia y esta new left tan nociva para los intereses populares, hasta ahora al menos aupada por el poder mediático. 

En segundo lugar es necesario construir un gran polo comunista que pueda intervenir en la vida pública sin ver comprometida la esencia ideológica de nuestros propuestas. Para bien o para mal la aristrocracia obrera va a agitar el avispero si esta ola reaccionaria se consolida y toma posiciones de poder ejecutivo. En el Estado Español, también en toda Europa, hay cientos de colectivos socioculturales de clara naturaleza marxista, plataformas unitarias cuyos militantes son válidos comunistas y colectivos de toda índole que siguen levantando las banderas rojas. Es fundamental construir una serie de puentes entre todas estas sensibilidades, que llegado el momento puedan irrumpir en escena y sean capaces de ganar notoriedad pública para que el conflicto político actual de falsas dicotomías y demagogía no se perpetúe más en el tiempo. 

Ya hemos perdido muchos trenes en los últimos años para aprovechar las contradicciones del sistema, para reconstruir nuestro espacio y nuestros posicionamientos. Si la consolidación de la ola reaccionaria ha de ser esa ventana de oportunidad que así sea, pero debemos revertir de una vez por todas la dinámica derrotista que nace de la descomposición del campo socialista y comenzar a recomponer nuestra base social, sin complejos y asumiendo la tarea creadora de establecer nuevos horizontes en los que la clase obrera pueda retomar su independencia ideológica y per ende política. 

Una particularidad a explotar de esta nueva ola reaccionaria además es que muchos señoritos que forman cuadros de relevancia en las formaciones de extrema derecha no paran de acudir a una suerte de demagogía social mientras su esencia de clase es clara y notoria. En este caso concreto lo de VOX es más que evidente sólo viendo los apellidos de sus dirigentes y cuadros intermedios, ¿familias pijas e incluso con títulos nobiliarios al servicio de los intereses de los trabajadores?. Los puentes entre comunistas de los que antes hablábamos son necesarios para explicar a la clase toda esta comedia burguesa liberal. Si bien esta asunción puede parecer anecdótica es una de las cuestiones que puede remover conciencias entre los elementos más alienados de nuestra clase, por simple que parezca el argumento. 

Hemos hecho alusión a la creación de una serie de puentes entre colectivos e incluso diríamos individuales revolucionarias y como el lector atento ha podido percibir no hemos puesto ningún énfasis a los partidos en España o Europa que se declaran marxistas o comunistas. No es casualidad, si uno repasa la historia del Movimiento Comunista Internacional en momentos de repliegue como el previo a la creación del MCI en el pasado siglo la historia nos muestra cómo la composición del mismo pasó de ser de pequeñas entidades o círculos a grandes partidos con el recorrido de los años. Si bien la situación no es igual es necesario aprovechar una situación de reacción en determinadas coyunturas históricas para reorganizar a las fuerzas populares. Quizá, y esto puede sonar polémico, es necesario vernos ante una coyuntura tan crítica que eche por tierra tanto infantilismo, personalismo o exaltación de viejos debates divisorios anclados en la letra muerta. Quizá y decimos quizá este nuevo ciclo reacccionario pueda abrir una suerte de refundación partidaria del socialismo científico tras intensos debates y responsabilidad colectiva a posterior de dichos debates, debates que se han de dar a fondo y a muerte. 

Para acabar en este espacio humilde ya aludimos de forma continua en distintos artículos a muchas de las cuestiones que cimentan una ola reaccionaria: el auge de los nacionalismos como ideología rectora y central en nuestros días, la atomización y por tanto renuncia de las luchas con discursos minimalistas, la crisis continua de la socialdemocracia, la caracterización infantil de nuestra época en términos políticos, etc. Es necesario recobrar nuestra dignidad como clase y efectivamente lanzar una de esas alertas al proletariado. No para entrar en la dialéctica sistémica, no para crear un proletariado que muerda los anzuelos de las falsas dicotomías sobre bases ajenas a sus interés ni para perpetuar un sistema capitalista que está atrincherado y que necesita cargas de falsa artillería para segur viviendo. No. 

La ola reaccionaria es uno de las llamadas de atención que el capitalismo tiene de hacernos ver que sigue vivo y que no va a renunciar por las buenas a la sociedad de clases ni a su perpetuación. Para el capital toda coyuntura es útil para perpetuar su dominio. Convirtamos esta máxima del capital en su antítesis y convirtamos esta ola global de reacción en una gran ola de progreso, internacionalismo y reajuste teórico de la conciencia de clase, haciendo que la ola reaccionaria quede en nada frente a la gran oleada colectivista y de liberación social que tendrá que venir en un futuro próximo. 

Como se ha dicho tantas veces, o ellos o nosotros, todos no podemos gobernar. Ellos sin nosotros no son nada, nosotros sin ellos lo somos todo.

Asturies, xunu de 2023. 

Comentarios

  1. Muy buen articulo, zorionak!. Me gustaria entrevistaros, decidme como puedo comunicarme con vosotros, mediante un correo o como sea

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  2. Gracias por tu visita cámarada Baserrigorri. Estamos abiertos a colaborar con una entrevista, por supuesto. Puedes escribirnos al mail: glayiosdelturquesa@gmail.com

    Salú!

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