Detener la ofensiva belicista es reconstruir la independencia política de la clase obrera, asumamos la tarea.


         “Lo que ve y siente todo obrero consciente es que, si debemos perder la vida, que sea luchando por nuestra propia causa, por la causa de los obreros, por la revolución socialista y no por los intereses de los capitalistas, de los terratenientes y los zares”. LENIN

        En las últimas semanas, en el contexto europeo, líderes de distintos entramados burocráticos pertenecientes a la Unión Europea, así como otros líderes de estado, han comenzado a mostrar una verborrea abiertamente belicista, mejor dicho, han elevado el grado de esa verborrea, en lo referido al conflicto militar que se está viviendo en Ucrania entre dicho estado y la Rusia de Vladimir Putin. La señora Von der Leyen, el señor Borrel, Stoltenberg y demás ralea han incrementado su nivel discursivo y han decidido echar más gasolina al fuego, con la intención del salvar al ejército de un estado, Ucrania, que no puede ganar militarmente a Rusia. Por su parte, otros líderes de estados europeos, caso paradigmático es el de Emmanuel Macrón, han decidido tomar el mismo y peligroso camino, hablando ya de líneas rojas y de cooperación militar sobre el terreno de Ucrania. 

Mismamente, cuentas oficiales de los medios del Estado Mayor de España han publicado recientemente fotos de maniobras conjuntas en Polonia con los ejércitos polaco y británico, con la convicción de que dichos ejercicios son necesarios para "combatir en Europa del Este". Todo esto, como breve resumen de lo más destacado que ha salido por la boca de instancias gubernamentales y oficiales. Otro cantar, o el mismo, es el camino que están siguiendo muchos mass-media de toda Europa, dando ya por sentado el hecho de que nos vamos a un escenario de guerra abierta frente a Rusia, normalizando una retórica belicista que siempre es la antesala del conflicto militar real a lo largo de toda la historia. 

Hasta ahora, sabíamos que tanto la Europa del capital como la inteligencia estadounidense habían conseguido desestabilizar el panorama geopolítico en Ucrania para tratar de amedrentar al estado ruso. También sabíamos que, antes del inicio de la guerra entre Rusia y Ucrania se habían inyectado grandes sumas de dinero en el conflicto por parte de "Occidente", violando además tratados firmados como el de Minks. Pero desde que se inició la llamada cínicamente por parte de Putin como "Operación Militar Especial", pues no deja de ser una guerra, dichas sumas de dinero se han disparado, pasando al terreno ya de la ayuda militar con ingentes cantidades de armas y asesoramiento estratégico. 

Lo cierto es que, durante las últimas semanas, esta guerra proxy (conflicto bélico real que se desarrolla en un país tercero, pero que enfrenta principalmente a dos bandos que no se baten directamente) tiene toda la pinta de desencadenar en una guerra convencional y abierta entre todo el bloque otanista y Rusia. El hecho, antes desmentido, ahora naturalizado de forma progresiva, por los voceros mediáticos, de enviar a Ucrania tropas regulares de países adscritos a la OTAN para combatir al ejército ruso, va tomando forma. 

La escalada genocida en Palestina, donde Israel va camino de superar los 40.000 civiles exterminados, los fracasos neocoloniales, principalmente de Francia, en la región africana del Sahel y un capitalismo europeo incapaz de elevar su tasa de ganancia, son ingredientes nada desdeñables a la hora de explicar esta ofensiva belicista. El pueblo ucraniano nada importa en la ecuación, como nada ha importado anteriormente a los monopolios tales como Monsanto, BlackRock, Vanguard o el FMI. El capital necesita una inyección de estabilidad inmediata y todo vale para ello, absolutamente todo, desde instrumentalizar a todo un país a conspirar para crear una suerte de III Guerra Mundial. La tasa decreciente de ganancia por parte del capital no encuentra ya otro camino que la guerra y la inflación. 

Horas y horas de propaganda contra Rusia van dejando poso entre la población trabajadora europea, que ve el gobierno moscovita como una suerte de amenaza para la supuesta civilización que "nos hemos dado" y las líneas rojas de las que habla Macron van tomando forma, aunque de forma difusa, entre los trabajadores de Europea, Europa Occidental se entiende. Y que no se engañe nadie, esto no se trata de retratar a Putin, lo hemos dicho anteriormente, como un supuesto antiimperialista o maestro de la desnazificación, pero llama la atención que el gran maestro de orquesta sea hoy, como lo ha sido otras veces, un estado cuya sombra es tan larga que sólo en España tiene dos emplazamientos militares soberanos y otros tantos emplazamientos en los cuales rige la cosoberanía militar, nos referimos por supuesto al gran amigo americano. 

Ante este escenario, de ofensiva belicista, ¿qué análisis políticos están haciendo las principales fuerzas políticas en los estados de la "ejemplarizante" Europa? Pues bien, nos encontramos la absoluta nada en este sentido, por poner ejemplos, lo más elevado es elevar a crítica moralista la ofensiva bélica sin explicar a la población qué intereses están en juego y quién y por qué está agitando el avispero. Al menos, esto es lo que podemos encontrar dentro del círculo parlamentario a izquierda. Esto es lo que ofrece a los trabajadores de Europa la izquierda oficial de los países de la UE. Una izquierda que, recordemos, en España no duda en dirigirse a sus activos y también potenciales votantes como menores de edad, por ser generosos en la expresión. 

Solo algunos camaradas, y podemos decir camaradas, han expresado negro sobre blanco, la cruda realidad. Solo unos pocos camaradas, con nada que ganar, han emprendido la tarea de explicar al pueblo trabajador en el contexto europeo, la realidad de toda esta película de suspense que puede acabar en carnicería que estamos viviendo. Solo algunas determinadas colectividades y personas de buena fe han explicado los intereses geopolíticos que están en juego y cómo la tendencia decreciente del capital explica esta patada que se está dando al panorama estratégico mundial. 

Pero cuando las cosas se ponen feas es el momento de sacar todo el arsenal ideológico que nos ha dado toda nuestra ciencia social, es el momento de asumir la tarea, de desarrollar tanto en la teoría como en la práctica el bagaje científico del comunismo, aplicar la dialéctica y elevar nuestra condición de clase para explicar pero también para transformar la realidad. 

En las próximas fechas, no hay duda, el ruido belicista se va a ir elevando, los países de la UE acaban de hacer una gran inyección monetaria en todas las empresas que desarrollan tecnología y arsenales militares. Por tanto, los burócratas de este capitalismo en grave crisis ya no se pueden echar atrás, han echo su particular apuesta, cada vez más arriesgada desde que todo se enquistó en 2008. Lo único que puede hacer cambiar la dinámica es algo sencillo de entender, que toda su ofensiva belicista acabe contradiciéndose con sus posibilidades de aferrarse al poder y mantener todo el entramado "representativo".

Aunque suene obvio, solo el pueblo trabajador de los llamados estados "occidentales" puede hacerles ver ese abismo y que la dinámica vaya en retroceso. Esta es una tarea descomunal, pero solo la clase obrera y los sectores populares pueden llevarla a cabo, pero se ha de partir ya mismo, y en este punto, esto está muy lejos de ser cumplido, pero nos va la vida literalmente en ello. No es una tarea definitiva, no es un horizonte que nos vaya a abrir de par en par las puertas de la transformación social, pero sí que puede ser un buen punto de partida para otras muchas tareas. 

Por el momento, los partidos burgueses del ala izquierda han decidido no comparecer, aunque desde luego fuera a ser de forma cínica, a esta batalla. No descartemos que su silencio cómplice se convierta en una gran performance pacifista, figurativa, a última hora, pero hasta ahora no hemos visto nada de eso. Es una ventaja estratégica increíble para que las voluntades con verdadera naturaleza revolucionaria y antiimperialista vayan estrechando lazos alrededor de un programa contra la ofensiva bélica desde la independencia política e ideológica del proletariado, una ventaja que puede hacer ganar fuerzas a las posiciones honestamente transformadoras. Pero es bien necesario asumir la tarea y ponerla en práctica cuanto antes, la izquierda del sistema no puede aparecer a última hora con su pose pacifista y, si al final lo hace, es fundamental que no cuente con ninguna legitimidad entre el pueblo, que sufran todo el desprecio por su participación activa o complicidad para con toda esta escalada histórica. 

En los últimos años, hemos visto muchas publicaciones, debates, artículos y demás producción teórica explicando la naturaleza del conflicto militar que se está dando en Ucrania y Rusia. Hemos visto cómo colectivos con muy buena fe e indudable naturaleza antiimperialista han puesto de relieve las grandes contradicciones que alberga el discurso oficial de demonizar y acusar a Rusia como única culpable. Ha sido fundamental que muchos camaradas hayan hecho el esfuerzo de explicar a muchas personas cuestiones fundamentales para entender todo desde una posición justa. Pero lo cierto es que esa fase ya ha de ser superada, la tarea en el presente es otra y ha de huir de matices o particularismos en el relato. Hemos de comenzar a generar un nuevo relato frente a los señores de la guerra desde nuestra posición de clase.

Por ser más claros con lo que se trata de expresar, la situación es tan sumamente delicada que llegó el momento de tomar partido desde la independencia política e ideológica de nuestra clase, el internacionalismo y el antiimperialismo. Pero hemos de tomar partido simplificando mucho los mensajes y las acciones a emprender, el momento es ahora y hemos de buscar una formula sencilla como aquel paz, pan y tierra de septiembre de 1917. Se trata de explicar a los trabajadores que Rusia no es el enemigo de Europa, que los intereses de las oligarquías son los que están detrás de esta coyuntura y que la única forma de parar la peligrosa dinámica geopolítica mundial es comenzar a repensar la clase para sí, esto es, volver a poner en el centro del tablero la transformación socialista de la sociedad. Algo de esto anteriormente dicho ya apuntamos a comienzos del pasado año, es hora de que las cosas se simplifiquen pero vayan tomando forma.

En este convulso comienzo de año 2024, es hora de comenzar a sentar las bases para la reconstrucción de nuestra hermandad de clase y nuestra propuesta política, las condiciones objetivas ya están más que dadas: la crisis capitalista refleja el momento terminal del sistema, el capital ya solo puede ofrecer depauperación material, juegos de guerra y una retórica agonizante de "matar o morir". Frente a este horizonte, establezcamos un gran acuerdo programático que evite la carnicería, golpeé sin compasión los intereses imperialistas y forje un nuevo ciclo político que a diferencia del anterior no sea fagocitado por el ala izquierda del capital. Frente a la indudable ola reaccionaria en todos los aspectos de la vida, apostemos por una verdadera alternativa que construya un auténtico poder obrero y popular y preserve la paz como un derecho para nuestra clase y solo para ella. 


Asturies, marzu de 2023. 



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